Este noviembre, al celebrar el Día de Acción de Gracias con familiares y amigos, comprometámonos también a abordar el hambre y la falta de vivienda en nuestras comunidades. Este mes se celebra el Mes de la Concientización sobre el Hambre y la Falta de Vivienda y su objetivo es crear conciencia sobre estos problemas, que afectan a millones de personas en todo el país y el mundo. Esta es una oportunidad para que las comunidades, las organizaciones y las personas se unan para abogar por quienes enfrentan estos desafíos y promover acciones que aborden la inseguridad alimentaria, la pobreza y la inestabilidad de la vivienda.
Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), alrededor del 10,2% de los hogares estadounidenses (13,5 millones de hogares) padecen inseguridad alimentaria, lo que significa que carecen de acceso constante a alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable. Aproximadamente 5,4 millones de niños viven en hogares con inseguridad alimentaria. Esto puede tener un impacto duradero en su desarrollo, educación y salud. La inseguridad alimentaria afecta de manera desproporcionada a ciertos grupos raciales. Los hogares negros (19,8%) e hispanos (16,9%) experimentaron tasas más altas de inseguridad alimentaria en comparación con los hogares blancos (7,6%).
Informes recientes indican que hay más de medio millón de personas sin hogar en los EE. UU., y alrededor del 30% no tienen refugio o viven en las calles y otros lugares no destinados a ser habitados. El aumento de los costos de la vivienda y la falta de viviendas asequibles son los principales factores que contribuyen a la falta de vivienda. Muchas familias de bajos ingresos gastan una parte importante de sus ingresos en el alquiler, dejando poco para comer u otros artículos de primera necesidad. Aproximadamente el 11,5% de la población estadounidense vive por debajo del umbral de pobreza federal.
La inseguridad alimentaria puede tener efectos profundos y duraderos en la salud mental.
Aumento del estrés y la ansiedad: Las personas que se enfrentan a la inseguridad alimentaria suelen experimentar niveles elevados de estrés y ansiedad por satisfacer sus necesidades básicas. La preocupación constante por la procedencia de la próxima comida puede provocar estrés crónico.
Depresión: Las investigaciones han demostrado una fuerte correlación entre la inseguridad alimentaria y la depresión. Las personas pueden sentirse desesperanzadas o impotentes cuando no pueden proporcionar suficientes alimentos para sí mismas o para sus familias.
Aislamiento social: La inseguridad alimentaria puede provocar aislamiento y aislamiento social, ya que las personas pueden sentirse avergonzadas o avergonzadas por su situación. Esto puede agravar aún más los problemas de salud mental.
Deterioro cognitivo: La falta de una nutrición adecuada puede afectar la función cognitiva y afectar la memoria, la atención y la capacidad de toma de decisiones. Esto puede crear un ciclo en el que las personas luchan por mejorar sus circunstancias.
Impacto en los niños: Los niños que sufren inseguridad alimentaria corren un mayor riesgo de tener problemas de salud mental, como ansiedad, depresión y problemas de conducta. El estrés causado por el hambre puede interferir con su desarrollo y rendimiento académico.
La salud mental se ve muy afectada por la falta de vivienda.
Trauma y trastorno de estrés postraumático: La falta de vivienda a menudo implica la exposición a traumas, como la violencia o el abuso, que pueden provocar un trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros trastornos relacionados con el trauma.
Estrés crónico: La inestabilidad y la imprevisibilidad de la falta de vivienda crean estrés crónico, que puede contribuir a los trastornos de salud mental. Las personas pueden navegar constantemente por entornos inseguros, lo que aumenta sus niveles de ansiedad.
Abuso de sustancias: Muchas personas sin hogar recurren a las sustancias como mecanismo de supervivencia para sus problemas de salud mental. El consumo de sustancias puede crear problemas de salud adicionales y complicar la recuperación.
Sentimientos de inutilidad: El estigma que rodea a las personas sin hogar puede provocar sentimientos de vergüenza, inutilidad y una disminución del sentido de autoestima. Esto puede impedir que las personas busquen ayuda o recurran a los servicios de apoyo.
Impacto en las conexiones sociales: La falta de vivienda puede erosionar las redes de apoyo social. La pérdida de familiares, amigos y lazos comunitarios puede llevar a un mayor aislamiento y agravar los problemas de salud mental.
La inseguridad alimentaria y la falta de vivienda a menudo coexisten, creando un ciclo que puede ser difícil de romper. Por ejemplo, el estrés de la falta de vivienda puede provocar inseguridad alimentaria y viceversa. Abordar estos problemas de manera integral es esencial para mejorar los resultados de salud física y mental.
Las intervenciones eficaces que brindan seguridad alimentaria y vivienda estable pueden mejorar significativamente los resultados de salud mental. El acceso a los servicios de salud mental, el asesoramiento y las redes de apoyo puede ayudar a las personas a hacer frente a los desafíos de la inseguridad alimentaria y la falta de vivienda, promoviendo la resiliencia y la recuperación.